jueves, 18 de marzo de 2010

Cenizas

Me pregunto quién intimidó al fuego.
Al principio irrumpía en este planeta sin preguntar.
Ahora es crimen, algo que cada vez más, se oculta y aplaca.

El fuego era vida y origen, y ahora se toma por destrucción y arrebato.
Bendito sea el fuego que de improviso invocamos y al que ahora tanto tememos.

Ese fuego que alimentamos, sabiendo… necesitando.
Que creció hasta envolvernos y que acabó fundiéndonos.
El mismo fuego que nos estremece cuando en él pensamos.

Donde sus lenguas nos sacudieron y convirtieron nuestras mentes en cenizas,
Nuestros sentimientos en amasijos, algo que perdió sentido, forma,
pero que alimentó al fuego; justo ahí nos amamos.

Nuestros cuerpos siguen hechos de las mismas cosas,
Serán nuestros miedos los que todo han petrificado.

Yo sólo aspiraba a abrazarte desde la espalda,
Besarte como sólo lo hacen en el séptimo arte y en los cuadros.
Abrazarte precipitadamente como algo que me enfría, mientras ardes.
Acercarte para que sientas el latido de mi corazón y la frecuencia de mis espasmos,
Mientras nos destemplamos el uno al otro con los ojos cerrados.

Terminar siendo ascuas, a las que el viento roba retazos,
Volviendo a formar parte de la vil materia,
Recogiéndonos en el infinito, habiéndonos destrozado.