lunes, 23 de noviembre de 2009

Un huevo me guiñó un ojo.

Todo fue justo antes de matar a su hermano.
Estaba tan sólo herido y muy para mi sorpresa
Acabó, risueño, guiñándomelo

No supe por qué lo hizo
Hasta cuando acabé con él… y
Al abrir a su hermano en dos,
Resultó ser más un alguien, que algo.

Incapaz de comerme aquella tortilla;
El remordimiento más que llenarme,
Me dejó plenamente vaciado.

Ahora entiendo la risa de aquella yema
Sujeta aún al cuerpo por su fino manto.

Un huevo me guiñó el ojo porque…
Sabía que pese a morir en presencia de su hermano
No sería tan ruin como para llegar a utilizarlos.

Entonces me sentí otra vez ínfimo
Mientras la venganza de aquel guiño
De por vida me dejó humillado.