lunes, 18 de mayo de 2009

Ella

Vino sin que se lo pidiera, pero simplemente porque no sabía cuánto tiempo llevaba esperándola.
Todos los días sigue sus ritos de niña rica.
Tumbada al sol y peinada por el viento, recorre todo su cuerpo acicalándose, mientras toda ella esgrime un gesto de autocomplacencia que hace parecer mentira todo lo demás que no sea ella.

Cuando la llamo y la saco de la adoración de sí misma, se deja ver enconrvada por entre sus piernas y como preguntando maleducadamente quién osa a molestar.
Cuando termina y antes de aburrirse, se pierde elegante y atónita en la contemplación de cosas que parecen vacíos pero que para ella son muy importantes. Su belleza llega a la cúspide cuando parpadea mientras gira la cabeza hacia uno y sin dejar de pensar, seguro, en lo que estaba mirando, te mira como a algo demasiado vulgar, nimio, y termina por volver sola a su ensoñación.
Una de las cosas que más me gusta es que nunca me llama; tan poco como yo, lo hace; pero a veces nos buscamos y cuando resulta que lo conseguimos, ambos llevábaos un buen rato haciéndolo.
Creo muy oportuno que nos amemos tan de lejos porque eso será lo que nos mantendrá siempre juntos. A veces estamos tan sólo a un metro de distancia, ella de espaldas, y mientras pienso en ella y la miro, soslaya la cabeza como sintiendo lo que le deseo.

Las líneas de su cuerpo están más elegantes desnudas. Su respingona nariz, siempre curiosa, incluso la cabeza, cosa de la que poc@s pueden presumir en este mundo, en ella es perfecta.
Sus pies... escuchar sus pasitos en el suelo frío le anuncian con una preciosa sinfonía callada; siempre, pese a ir descalza, anda como con tacones, incluso cuando corre.
Lo único feo que veo es que tiene bigotes. Eso y que le guste tanto perseguir y comer moscas.
Pese a ella, a todo esto, la amo.