viernes, 10 de abril de 2009

miércoles, 8 de abril de 2009

Gotas

Parece mentira que nos demos por aludidos de algo que jamás hemos llegado a entender; mientras día a día lo irrespetamos.

Las matemáticas de la naturaleza son lo único que conocemos y que aún estamos, en muchos campos, investigando. ¿Nos da acaso ese leve saber el derecho a usar esos conocimientos parciales? En la barca sin remos en que nos encontramos, encima, nos sentimos dueños del agua que nos arrulla.

La misma agua que puede golpear, ahogar o a su falta, dejarnos secos.
Parece mentira que una misma cosa tan frágil cuando es una gota pueda ser tan contundente cuando se convierte en hielo.
Talvez habría que pensar, dada nuestra composición, que los humanos no somos más que lo mismo, agua, sólo que con un cerebro.
De uno en uno, nos enriquecemos (mentalmente, digo) mientras que en grupo somos agresivos y en masa, incontrolables y sin juicio alguno a excepción de los instintos más primarios.

La misma agua que hizo florecer la semilla es la que más adelante, por la deforestación y la aridez que, hemos favorecido, ha provocado una avalancha y ha terminado por llevárselo todo por delante.

Ese mismo desconocimiento con el que hemos utilizado nuestra agua no es más que un simil del error de nuestros pensamientos. Mientras en la antigüedad, teníamos a las presas por sinónimo de vida, de perdurar, ahora son nuestras mismas manipulaciones las que nos hacen tener “el agua al cuello”.

Mientras las gotas se aferran cada una a su hoja y el incesante brotar de algunos ríos que escapan a nuestro control, (grandes corporaciones y demás desaciertos), perdemos la voluntad de luchar contra esas corrientes que tenemos relativamente tan lejos; sin darnos cuenta que no son más que el mismo agua que nosotros y que por tanto, hemos de saber manipularla como desde tiempo ancestrales sabemos.

La misma gota que empezó el torrente será la que pueda detenerlo y mientras la lucha sea posible y las leyes naturales y biológicas sigan siendo las mismas, estaremos en el deber y en el derecho de hacer que las matemáticas sigan dando el mismo resultado de la naturaleza en todo, una ecuación que por necesidad y equilibrio, siempre es igual a cero, sin residuos.